La puesta que presenta el Tinglado en su ciclo Tardes de Beckett consta de dos textos breves, la primera es No Yo, un monólogo que lleva adelante Marina Tamar, con excelente dicción y apasionada verborragia.  Es maravilloso poder atestiguar cómo la excelencia de un  texto, dicho casi sin pausas, in crescendo, puede eclipsar totalmente el hecho de que la puesta consta únicamente de una boca iluminada por un haz de luz.  En efecto, son unos labios al rojo vivo, unos dientes muy blancos y una desesperada elocuencia lo único presente en escena.  El resto es oscuridad plena, densidad negra, con todo lo que puede tener de incómodo y siniestro semejante carencia de elementos.  

 La oscuridad es tal que el espectador se ve forzado más que nunca a centrar su atención adelante, donde solo se halla una boca muy roja que flota en el espacio negro a cierta altura del piso, iluminada por un potente reflector, y eso es todo.  De la boca salen sonidos, palabras, oraciones y exclamaciones, interjecciones y preguntas, pero lo más llamativo quizás sea la velocidad con que la boca escupe su verborragia.  

   

No se puede dejar de tener en cuenta lo extenuante que es la excelente labor interpretativa que lleva a cabo Tamar en una escena a la que debe llegar totalmente cubierta de negro y sumida en la oscuridad, para entregar un texto cuya enunciación fue cronometrada por Beckett para desarrollarse en 15 minutos o menos.  Sin dudas son un acierto la experta dirección y magnífica traducción y adaptación que han hecho Rubén Pires y Hugo Halbrich para el éxito de la puesta de una pieza que no tiene nada de fácil, aunque su simpleza aparente así lo de a entender.  

Para la segunda parte se presenta La última cinta de Krapp.  Acá también, la iluminación cenital es primordial, ya que centra la mirada del espectador en el escritorio desvencijado, la  lámpara, un sillón tras el escritorio y sobre él, varias cajas de cartón numeradas.  Se ha llegado a comparar las puestas de Beckett con las obras de Goya en cuanto al empleo que hace del claroscuro, “para que la luz acentúe las sombras y las sombras intensifiquen la luz, creando imágenes tan sobrecogedoras como las del pintor” (Ionesco, 1992).  Cuando hace su aparición el mentado Krapp, lo hace desde el fondo de la escena que se halla en plena oscuridad.  Se trata de un hombre de mediana edad, desaliñado, que viste una vieja bata de toalla desteñida y raída por el uso.  

Ubicado tras el escritorio, Krapp, en busca del recuerdo del amor, se dedicará a escuchar el relato de su propia vida, que él mismo ha grabado en cintas magnetofónicas que guarda en cada una de las cajas numeradas. Eso es todo lo que se conocerá sobre este personaje: su voz (así como la boca en No yo) está mediatizada constituyendo una perfecta sinécdoque en la metáfora del hombre escindido.  Solo muy de vez en cuando Krapp deja escapar algún insulto o una risotada, producto de los recuerdos que conjura la grabación. El experimentado Roly Serrano compone un Krapp tan imponente y expresivo que sus  pensamientos y evocaciones pueden ser casi “escuchados” por el espectador con tan solo fijar la mirada en su rostro.     

Se ha dicho que las últimas obras de Beckett, entre las que se encuentran las presentes, son tan cortas y minimalistas porque el autor buscaba detonar las emociones del espectador más que su atención al texto, es más, en el caso de No yo se hace difícil encontrar un sentido claro en las palabras y por lo tanto seguir el hilo del monólogo.  En realidad, lo que aparentemente buscaba era provocar una emoción visual más que intelectual.  

En resumidas cuentas, resulta ampliamente satisfactorio el esfuerzo realizado por Omar Aita en la dirección de “La última cinta…” así como la de Ruben Pires en No Yo. Ambas puestas reflejan fielmente la etapa en la producción de Beckett donde sus temas más reiterados, los de la angustia existencial, la imposibilidad del amor, la soledad y el vacío, alcanzan su grado más alto de expresividad, minimalismo y  reducción: no hay más sujeto de la enunciación, solo una boca; no hay memoria, solo fragmentos de recuerdos, y por lo tanto eso que se llama presente es un absurdo que se reitera una y otra vez. 

 

Ficha técnico-artística

Directores: Omar Aita – Rubén Pires. Autor: Samuel Beckett. Con Roly Serrano; Marina Tamar.  Diseño Gráfico: Nah Lamoglia. Vestuario: Carlos Di Pascuo. Asistente de dirección y puesta de luces: Myriam Selhi. Fotografía y video: Pic by Lis arte en imagen.  El Tinglado: Mario Bravo 948 C.A.B.A. Tel 4863-1188. Reservas: www.teatroeltinglado.com.ar Domingos 16 hs. Duración 60 minutos. Localidades General: $ 230. Jubilados y Est. Universitarios: $ 180 (presentando acreditación). 

 

Por Olivia Avila – Julio de 2016 

 

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