La luz de un cigarrillo (Ashes of Light) que se acaba de estrenar en Buenos Aires, llega precedida por una importante cantidad de galardones que la acompañan desde su estreno en Nueva York: 5 premios Hola, 4 ACE y 3 premios Soberano incluyendo “sobresaliente realización en dramaturgia”. El autor, Marco Antonio Rodriguez,  norteamericano pero proveniente de una familia dominicana, ha actuado y dirigido esta y varias de sus obras, habiendo sido también premiado por su labor con el ATI (Artistas de Teatro Independiente).  

Localmente, la estupenda y carismática Gaby Barrios personifica a Luz, una emigrada dominicana que vive en lo que solía ser uno de los hoods (barrios) latinos del bajo Manhattan  pero del cual ahora parecen haber partido todos y solo quedan ella y Lydia, su vecina colombiana (una vivaz y sensual Lucía De Vita), con quien comparte idioma y añoranzas de ventana a ventana.  Luz  está sola desde que su hijo, Julio César, se fuera a vivir a Texas y su única compañía parece ser el cigarrillo que enciende cuando el pequeño departamento se queda en penumbras.  

El actor venezolano Orlando Alfonzo (único extranjero en el elenco) es Julio César, el hijo pródigo que regresa para el funeral del padre y para enfrentar los reproches de una madre que no sabe cómo comunicarse con él, pero del cual intuye que le oculta algo y que, si no logra aprovechar esa oportunidad para el reencuentro, quizás lo pierda para siempre. En un trabajo admirable, Alfonzo ha dotado a su personaje de las facetas amor-odio que suele transitar simultáneamente la relación madre-hijo, pero también con sobrada ductilidad encara al sobrino empático y desenfadado de Divina, su tía y hermana de Luz. 

Merece una mención aparte el trabajo realizado aquí por Mirna Doldán, quien ha compuesto con pasión el personaje de Divina, una latina visceral con picos y caídas emocionales profundos, tan pronto ebria como mediadora,  alegre e infeliz, fuerte y débil, que pasa  de la risa al llanto y del letargo al baile. En fin, un personaje complejo y difícil que ha sabido componer magistralmente para la ocasión.  

La escenografía diseñada por Daniel Teveles acierta en poner de relieve los interiores humildes de los apretados y malolientes “apartamentos” del hood, la cocina escueta donde Luz prepara los platos tradicionales que ofrece a su familia, desde donde también conversa con su vecina, y a donde se sienta, sola, a fumar su cigarrillo al terminar la jornada. 

El vestuario diseñado por Tamara Olivencia, con realización de María Carcaño, y los peinados reflejan fielmente el rango socio-económico de los personajes: Luz de permanente batón, rodete, y pantuflas, Divina con su cabello ondulado suelto, sus calzas, blusa escotada y stilettos.  La iluminación contribuye a los climas y cambios de escena impecablemente y la música, así como la coreografía, transportan a la audiencia al bajo Manhattan donde una familia de dominicanos intenta conectar nuevamente con sus raíces  cantando y bailando.   

La puesta local afortunadamente ha resuelto preservar el acento dominicano de los personajes, cuyo lenguaje en la puesta original es el “Dominican-york”, un vocablo que se emplea (como el de “Spanglish”) para identificar el fenómeno de transculturización que sufren los emigrados, en este caso a Nueva York en Estados Unidos.  De esta manera, tienen oportunidad de lucirse uno a uno los intérpretes, alcanzando un nivel de verosimilitud pocas veces tan logrado, lo que seguramente habrá que agradecer al coaching del maestro Vicente Santos y de Lupita Made además de al esfuerzo admirable del elenco. Otro tanto puede decirse de la labor del bailarín Raga Hernández cuya danza indígena en escena simboliza la coexistencia de dos culturas y sus religiones, África y América, el vudú, la macumba y el candombe, por nombrar algunos ejemplos.    

 

 

Los laureles que preceden a la obra La luz de un cigarrillo necesariamente debieron haber constituido un desafío y al mismo tiempo avivado la curiosidad acerca de sus posibilidades del director y responsable de la puesta en escena local, el multifacético Daniel Teveles, poseedor de la saludable inquietud de traer a la cartelera porteña obras de autores que interpelan al espectador sobre temas centrales como la identidad, el desarraigo, la discriminación y el racismo (El banco (Die Judenbank. http://www.artecriticas.com.ar/detalle.php?id=538&c=4&t=0). 

En el caso de La luz de un cigarrillo la reflexión es vehiculizada a través de la tragicomedia en una pieza que el mismo director ha señalado como “costumbrista y cursi”, pero que al  tocar tan eficazmente las cuerdas de infinidad de sentimientos humanos (el amor maternal y filial, las raíces, la añoranza de los afectos, el miedo a la soledad y el deseo de vivir en libertad), se vuelve tan universal  como un himno.   

     

FICHA TECNICA

La luz de un cigarrillo (Ashes of Light) de Marco Antonio Rodriguez. Dirección y puesta: Daniel Teveles con Gaby Barrios, Orlando Alfonzo, Mirna Doldán, Lucía De Vita, y Raga Hernández. Coach Dominicano: Vicente Santos. Ayudante de coach dominicano: Lupita Made. Diseño de iluminación: Damián Monzón. Realización escenográfica: Edgar Ocampo Orozco, Tamara Olivencia. Edición musical: Diego Vainer. Diseño de vestuario: Tamara Olivencia. Diseño escenográfico: Daniel Teveles. Realización de vestuario: María Carcaño. Coreografía: Vicente Santos. Producción ejecutiva: Orlando Alfonzo. Asistencia de dirección: Tamara Olivencia.. Producción: Daniel Teveles.  Teatro La Mueca. Cabrera 4255 – Tel. 4867 2155. Funciones: Sabados a las 20:30 hs. Localidades: $ 200. Entradas en venta en Plateanet. 5236 3000. 2 x 1 con Club La Nación. 

 

Por Olivia Avila – Mayo de 2016

 

 

 

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