En la actualidad, es cada vez más habitual encontrar propuestas teatrales que intentan producir un efecto cinematográfico, en gran medida empleando tecnología disponible, pero también sin hacer uso de ella, a través del desplazamiento y la posición de actores en el espacio, el manejo de los tiempos y, por encima de todo, rompiendo el muro de la cuarta pared.

“El teatro conoce, por principio, la posición desde la cual deja de ser reconocido fácilmente como ilusorio lo que ocurre sobre el escenario. Frente a la escena grabada por el cine, este lugar no existe. Su consistencia ilusoria es una consistencia de segundo grado; el resultado de la edición.” (Benjamín, 1936)

En este sentido, Pasados de Dios bien podría aspirar a ser el guión de un film policial neo-noir, heredero de aquellos en blanco y negro, típicos de la década de 1940 en Estados Unidos, donde Humphrey Bogart aguardaba oculto bajo su sombrero en la penumbra, apoyado contra un muro en los muelles neblinosos, puro misterio y suspenso. Pero como la trama de Pasados de Dios se desarrolla en un escenario teatral y el Bogart local es el carismático Nahuel Martínez Canto (su personificación del detective resulta un personaje entrañable), las acciones presentan giros surrealistas.

 “Desde el inicio se adivina que la propuesta será inusual (por decir lo mínimo) y, los protagonistas, El Humor y La Comedia (así, con mayúsculas).

El numeroso grupo de actores del Teatro Moscú, bajo al magnifica dirección de Lisandro Penelas, logra un desempeño emocionante”.

La historia cuenta lo que acontece dentro de una empresa que, en apariencia, fabrica inocentes juguetes. Lo que resulta notable en todo momento, gracias a la frenética atmósfera que se genera en escena, es que nadie en esta empresa, en ningún momento, parece estar haciendo, escuchando o viendo la realidad: lo que le sucede a estos personajes se parece a un estado “inducido”, ya que todo el tiempo los ronda la “presencia de Dios”. Un dios que aparentemente tiene forma líquida y que le da sentido y cohesión a todo: quienes lo prueban sienten que sus percepciones se agudizan, sus sentidos se profundizan y que hasta tienen poderes extra-sensoriales. Como el lanzamiento del nuevo producto de la empresa se llevara a cabo durante una fiesta, la música y la iluminación de la puesta ponen el marco para que se destaquen las destrezas físicas, los desplazamientos de los actores y las coreografías, siempre en medio de lo que aparenta ser un delirio místico generalizado.

 Finalmente, para que el conjunto funcione como reloj, en la escenografía (que juega un papel importantísimo) se apostó por el intercambio de paneles para cada nueva escena, también marcada mediante oscurecimientos semi-totales. Así, mientras el ritmo de las acciones se va acelerando, también lo hacen los cambios y movimientos de biombos por el escenario, y sin que eso resulte disruptivo: por el contrario, incrementa el dinamismo general de la puesta, prueba de que con limitados recursos, pero manejados con ingenio y versatilidad, se pueden lograr resultados admirables.

 Pasados de Dios. Dramaturgia y dirección: Lisandro Penelas. Con Lidia Blanco, María Emilia Cejas, Francisco Devita, Laura Fernández, Zoilo Garcés, Ignacio Gracia, Nahuel Martinez Cantó, Javier Obregón, Sabrina Romero, Martín Speroni, David Subi, Carolina Vázquez y Angie Vons. Escenografía e Iluminación: Keneth O. Gallardo. Música: Mariano Pirato. En Espacio Aguirre (Aguirre 1270, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina). Funciones: Viernes a las 20.30 horas. Hasta el 28/08/2015. Tickets aquí.

 

Por Olivia Avila (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.). PCA CS, Julio 2015