“There is no book. There is no set. There is no music. There is only life and us. It’s absolutely                                                                                               frightening  to do a work when you have nothing to hold on to”    Pina Bausch. 

En el marco del FIBA 2017, el Centro Cultural 25 de Mayo fue sede para la presentación de La Esclava en Argentina, una obra cuyas intérpretes y co-autoras son  también argentinas, pero la pieza ha sido desarrollada en Bélgica por lo que la pieza reviste la categoría de internacional.   Tanto Ayelén Parolín como Lisi Estarás son coreógrafas e interpretes que  viven y trabajan en Bélgica donde se conocieron y aunaron talentos para continuar desarrollando una obra que bien podría considerarse un auténtico work in progress  por lo autorreferencial y biográfico de su contenido. 

En esta ocasión, es Lisi Estarás quien se presenta en escena, sobre un escenario vasto y desprovisto de toda escenografía.  Iluminada por los reflectores hace su aparición desde el fondo, lenta y hasta tímidamente, como quien prueba la temperatura del agua con el pie antes de sumergirse de lleno en ella.  Lleva puestos un corpiño de encaje y lentejuelas y una corta pollerita negra y carga un arnés que sostiene una gran estructura en forma de estrella (¿?), que parece construida con finas ramas de bambú, en cada una de las cuales se puede ver una especie de largas espinas. 

                                                 

 

Entonces la cosa no parece ser tan inofensiva.  Hay algo de salvaje en la puesta minimalista de La Esclava,  aunque de entrada no se pueda vislumbrar.  La percusión que forma parte de la banda musical que acompaña la performance es parte fundamental de una pieza que podría denominarse de danza expresionista, a lo Pina Bausch.  La gran creadora sostenía que la construcción de sentimientos era parte del proceso creativo, de allí que no hubiera  “redes de contención” cuando se ponía en marcha la composición, porque se hacía desde dentro de cada uno.

 Tal es el proceso que lleva a cabo Lisi Estarás frente a los ojos del espectador a medida que va desarrollando un relato íntimo, introspectivo, donde se observan sus dudas, sus búsquedas, aciertos, alegrías y derrotas, caídas y nuevas ilusiones.  

La Esclava es un producto decididamente no para consumo masivo, quizás hasta haya quienes lo consideren “para entendidos”.  La ausencia de texto dramático hace que el hilo de lo temático se apoye casi exclusivamente sobre los hombros de la performer/intérprete,  cuyo éxito radica no en el manejo de la técnica sino de su carisma y expresividad.   La Esclava carece de un elenco numeroso que pueda repartirse el peso de la representación y la puesta es minimalista y austera, por lo que la gramática corporal y el vocabulario gestual deben hacer todo el trabajo. Lo que se pone en escena entonces no es cómo se mueve la artista sino qué es lo que la mueve.  El relato aquí está compuesto por los miedos y deseos de las creadoras y la exposición de su vulnerabilidad.  Bajo la luz de los reflectores y en contraste con el fondo oscuro, lo que resalta es la imperfección del cuerpo humano y hasta dónde se quiere compartir tanta humanidad. 

 

Al final de la representación, la intérprete se deshace de la pesada carga, deja el arnés de lado e interpela a su audiencia desde el humor, el grotesco y cierta actitud naive que mueve a risa e inspira ternura.  Por eso su  posterior desgarro convulsivo es seguido con la respiración contenida por los asistentes, que acompañan su esfuerzo, su extenuación física y emocional.  Lisi ha logrado atrapar a su público.  Avanza y retrocede sobre el escenario, muestra y oculta, persuade, atrae, rechaza y  regresa por más; no se detiene, como no se detiene la pasión que la alienta y sigue, sigue y sigue hasta que se cubre de oscuridad.  

 

Ficha técnico-artística

Autoría: Ayelén Parolin, Lisi Estarás; Compañía: Ruda; Dirección: Ayelén Parolin, Lisi Estarás; Elenco: Lisi Estarás; Dramaturgia: Sara Venderieck, Olivier Hespel; Dirección musical: Bartold Uyttersprot; Diseño de iluminación: Carlo Bourguignon; Diseño de sonido: Matthieu Vergez: Diseño de escenografía: Nicolas Vladyslav; Diseño de vestuario: Dorine Demuynck; Producción: Karin Vermeire, Agustina FitzsimonsDuración 40’. Teatro: Centro Cultural 25 de Mayo, Triunvirato 4444, Villa Urquiza CABA. Lunes 9 de Octubre 21 hs. 

    

Por Olivia Avila - Octubre 2017

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