Si consideramos a la arqueología como la “ciencia que estudia, describe e interpreta las civilizaciones antiguas a través de los monumentos, las obras de arte, los utensilios y los documentos que de ellas se han conservado hasta la actualidad” muchas obras teatrales forman parte de la misma. En nuestro país, el Teatro Nacional Cervantes es el encargado de fomentar dicha actividad y junto a estrenos de autores nacionales. En las últimas temporadas, Santiago Doria posibilita a la audiencia reencontrarse con clásicos nacionales como El conventillo de la paloma (Alberto Vacarezza 1929) Así es la vida (Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas 1934) con una puesta clásica pero con un ritmo actual y sostenido que acercaba al publico de hoy una manera de hacer teatro “de otros tiempos”, transformando a ambas en éxitos de público, crítica y premios.

 

Como cierre de la presente temporada, se presenta una nueva versión de Juan Moreira, pieza emblemática del teatro rioplatense, que fuera representada desde 1886 por la compañía de los hermanos Podestá, siendo el primer éxito teatral de la historia de la escena nacional. Una revisión particular y personal realizada por Claudio Gallardou sobre la historia verídica de un gaucho perseguido por la justicia, quien busca justicia como único anhelo.

Las lecturas que pueden hacerse sobre este folletín gauchesco, aún cuando su dramaturgia es acotada y lineal, son muchas. El hombre frente a una justicia unilateral, la voz acallada reclamando lo suyo, la fuerza del poder como única legalidad conocida frente al gaucho paria. Temas que trayéndolos al día de hoy resultan metáforas potentes o realidades indiscutidas. Gallardou opta por una mirada más estética que discursiva y subyace en su producto lo visual ante lo enunciativo del original.

Una puesta en escena de alto impacto y generosa producción donde pueden inferirse homenajes implícitos y algunos por demás de explícitos. El rescate del “estilo Podestá” que diera origen al circo criollo (representación de la trama en forma episódica con cuadros musicales intercalados) predomina y convive con proyecciones de primeros planos de los actores diciendo muchos de los textos de la pieza con marcadas reminiscencias a los enfoques característicos de Leonardo Favio en su versión cinematográfica de Moreira.

Los cuadros musicales con payadores que relatan lo que sucedió o lo que sucederá en escena se mezclan con una coreografía neoclásica de Oscar Araiz que muestra una riña de gallos, desprolijas danzas folclóricas y un inexplicable cuadro español en el medio de la Patagonia de finales del siglo XIX donde una tonadillera canta La Zarzamora, pasodoble con letra de Antonio Quintero, Rafael de León, y musicalizada por Manuel Quiroga, creado en 1946. Una puesta ,que con la intención de modernizar el texto y sin dejar de usar ninguno de los elementos esceno-tecnicos con los que cuenta el teatro, es cercana a un producto dadaísta donde conviven en forma heterogénea distintos estilos, escuelas y lenguajes artísticos.

Esa falta de mirada homogeneizadora se traslada a la dirección de actores. Un Moreira expresionista, dérmico y recitativo al cual Alejandro Ajaka le presta solo su cuerpo pero no su emotividad convive con una naturalista esposa y suegro interpretados por Ana Yovino y Cutuli. Completa el elenco protagónico Pablo Brichta y Toti Ciliberto en personajes dramáticos y desencadenantes de la tragedia, pero cercanos a la caricatura gruesa que provoca la risa en el público.

El Juan Moreira de Gallardou propone una particular manera de mirar un clásico, con un discurso artístico difícil de comprender, no en su desarrollo 

Por Fabián D’Amico. Noviembre 2015-11-28

 

Foto: Clarín.