“Agamenón”, hoy como entonces.

El lunes 23 de septiembre pasado se estrenó en el teatro de La Comedia "Agamenón", primera obra de trilogía "La Orestíada" ( 458 A.C)  de Esquilo, adaptada por Ingrid Pericori, quien interpreta a Clitemnestra y  Casandra  junto a Osmar Núñez con el papel de Agamenón, Egisto, Vigía y el mensajero.

La obra transcurre en Argos, delante del palacio real de los Atridas, se esperan señales sobre la expedición del rey Agamenón que había partido hacía 10 años a Troya. Su esposa, la reina Clitemnestra, recibe a su marido que llega triunfante de la guerra. Como precedente a lo que se narra en esta obra, Argos y Troya habían rivalizado desde hacía mucho tiempo y con el que estableció un breve periodo de paz que quedó arruinado cuando el príncipe troyano Paris raptó a Helena, la esposa de Menelao, hermano de Agamenón.  Al partir para la guerra, Agamenón, no tenía vientos favorables y para obtener vientos propicios de los dioses, sacrificó a su hija Ifigenia. Después que los griegos quemaran Troya y destruyeran el reino del Príamo, Agamenónvuelve a Argos acompañado por Casandra, princesa troyana con poderes proféticos, convertida en su esclava y amante.

En un escenario completamente despojado de objetos Núñez y Pericori, sólo con máscaras y trajes,  nos llevan a los orígenes de la dramaturgia nacida como ritual y culto a Dionisio, dios del éxtasis. Sin embargo, desde el principio, la puesta no deja que el espectador se olvide de su presente tecnológico y audiovisual. Núñez y Pericori, también, componen el coro de los ancianos de Argos, multiplicándose en proyecciones de ellos mismos, entonando himnos a Zeus, contando el rapto de Helena, los muertos de la guerra, la furia del mar desatada contra la flota griega en su regreso.

El gran protagonista de la obra es sin duda el texto, interpretado con gran pericia poética a través de los diferentes personajes que se van
sucediendo en cuerpo y alma de Núñez y Pericori.

Presentar hoy esta tragedia escrita por Esquilo hace más de veinticinco siglos, tiene el valor de actualizar la dramaturgia clásica, al ofrecer al espectador, igual que entonces, las distintas pasiones humanas como la ira, la angustia, la venganza, el horror, la desmesura. La tragedia también resulta aleccionadora para su público,como apuntó Aristóteles en su Poética,  en cuanto a que las decisiones o los intereses que motivan a sus personajes siempre los conducen a su inevitable destino. Y así, en este sentido la tragedia nos permite hoy, como entonces, conocernos mejor como seres humanos y como sociedad a través de la experiencia estética de la representación teatral.

Lic. MARIA LUJAN CLARO

 

M.B.C.

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